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México recibe en sus playas y mares seis de las siete tortugas marinas que existen en el mundo. Después de años de sobreexplotación, sobre todo en la década de los sesenta, cuando no existía regulación alguna, las poblaciones quedaron en una situación de alto riesgo. Por ello, en 1990, el presidente de la República decretó la veda total y permanente para todas las especies de tortugas marinas. Gracias a un copioso conjunto de acciones de protección por parte del gobierno, de la sociedad civil y de las comunidades pesqueras, se logró la recuperación de las poblaciones de algunas especies, como es el caso de la tortuga lora y de la golfina. Desafortunadamente, no se puede decir lo mismo de las demás.
La población de tortuga caguama (Caretta caretta) del Océano Pacífico, conocida también como tortuga amarilla, hoy está considerada en peligro de extinción. Se reproduce en Japón, migra a las costas de México y cuando alcanza la madurez, regresa a las costas japonesas. En México, su principal área de crianza y alimentación es el Golfo de Ulloa, en la península de Baja California; área muy productiva que contiene, además, especies de alto valor comercial, como son el tiburón, el lenguado y otros peces de escama, que se capturan con artes de pesca poco selectivas. Las tortugas se enredan en las redes, se enganchan en los palangres y mueren ahogadas.
Se cuenta con una vasta y robusta bibliografía científica, de investigadores mexicanos y extranjeros, sobre la relación de las artes de pesca y las tortugas marinas, en la que se documentan mortandades muy altas de esta especie, llegando en algunos años a sobrepasar los 1,500 individuos. A pesar de las dificultades para determinar con total certidumbre las causas de dicha mortandad, la información disponible y las hipótesis apuntan a que existe una estrecha correlación con la pesca del tiburón, lenguado y otras especies de escamas.
En 2007 se instaló un grupo de trabajo conformado por instituciones de los diferentes órdenes de gobierno, centros e institutos de investigación, organizaciones no gubernamentales y grupos de pescadores para analizar la pesca incidental de tortugas marinas. Este grupo reconoció la existencia de un claro desorden en las pesquerías del Golfo de Ulloa por lo que se acordó elaborar un ordenamiento pesquero para la región y un plan de manejo de la pesquería de escama, así como fortalecer la vigilancia. Incluso, en 2012, el Instituto Nacional de la Pesca aceptó que era indispensable modificar las artes de pesca para evitar la pesca incidental; además, otros estudios reportan la eficiencia del uso de artes de pesca alternativas aplicadas a nivel piloto.
No obstante los acuerdos tomados, el ordenamiento y el plan de manejo pesqueros no se han realizado y la mortandad de tortugas caguama persiste. Recientemente diversos sectores han cuestionado que la pesca incidental sea la única causa de mortandad, por lo que este año se estableció un grupo de expertos para generar más información sobre otros posibles factores.
Existen tensiones locales muy preocupantes de los grupos de investigadores y las organizaciones dedicadas a la conservación, con los grupos de pescadores. Incluso, organizaciones sociales de Estados Unidos están solicitando al secretario de Comercio de ese país sanciones comerciales en contra de México, lo cual podría, eventualmente, derivar en un embargo a productores pesqueros de nuestro país si la mortandad de tortugas caguama no se detiene.
Lamentablemente, ya vivimos esta historia con el embargo atunero, y los costos económicos, sociales y ambientales, así como de la reputación de México, fueron muy altos; lo asevero por experiencia personal. No pueden ignorarse las lecciones de los últimos 20 años. Sí, efectivamente, hay tensión entre los pescadores y mucha presión a las autoridades, pero no es posible negar los hechos ni ignorar la información científica acumulada. Más información científica siempre será bienvenida y necesaria, pero ello no puede llevar a la inacción. Sería muy conveniente que las autoridades pesqueras tomaran el liderazgo en el manejo de pesquerías ribereñas de baja escala para que los pescadores tengan posibilidad de hacer una pesca responsable ejemplar, obteniendo mayores beneficios.
México, como signatario de la Convención Interamericana para la Protección y Conservación de las Tortugas Marinas, está obligado a reducir la captura incidental de tortugas. Así, mientras la evidencia científica para disminuir la incertidumbre se acumula y las medidas para evitar la pesca incidental se instrumentan, no puede permanecerse de brazos cruzados; resulta absolutamente indispensable aplicar el principio precautorio, parte medular del marco jurídico nacional, para detener la mortandad de caguamas en las costas mexicanas. Hay dos escenarios que no pueden ocurrir: que la tortuga caguama se extinga y que la pesca mexicana sufra de nuevo un embargo.
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